El vino es una de nuestras bebidas más insignes. Ensalza cualquier comida, cena o celebración a la que se incorpore. Pero más allá del pedigrí que le hayamos asignado, lo cierto es que algunos vinos de nuestro país encierran una interesante historia tras su nombre.
Recientemente, se ha descubierto la bodega más antigua del mundo en un yacimiento arqueológico situado en la República de Georgia, en las faldas de la cordillera de los Urales. Una colección de vasijas de barro para hacer vino datada en el año 8000 antes de Cristo.
Se sabe que los egipcios bebían vino en las grandes celebraciones. Qué fenicios y griegos comerciaban con este producto. Pero fueron los romanos los que extendieron el cultivo de la vid y la producción de vino por todo el Mediterráneo. Son los ejércitos romanos, los primeros que empiezan a utilizar las barricas de madera para transportar el vino. Un recipiente más resistente que las ánforas que se utilizaban para este fin. Allá donde se desplazaban las legiones romanas, les acompañaba un cargamento de barriles, transportado en carros, para dar de beber a la tropa.
Cuál fue la sorpresa del ejército romano, que cuando llegó a Hispania con intención de romanizarla, descubrieron que los pueblos íberos ya fabricaban y bebían vino.
Una historia, la del vino español, de más de 3.000 años de antigüedad. Relatar todos sus capítulos nos podría llevar a escribir una colección de libros. Nos centraremos en comentar cuatro de ellos. Una pequeña muestra de la cultura que contienen nuestros vinos.
La Rioja.
El cultivo de la vid en La Rioja proviene de la época de los romanos. Para hablar del vino de esta región vitivinícola de referencia nos vamos a centrar en Ramón Bilbao, un vino, que según el blog Turismo de Vino, muestra una personalidad muy marcada. Más allá de las características de sus caldos, este vino contiene una historia apasionante. La historia del vizcaíno que emigró a La Rioja a principios del siglo XX con la intención de elaborar su propio vino.
Ramón Bilbao Murga nace en 1876 en el pequeño pueblo pesquero de Etxebarri. Hoy convertido en un barrio de Bilbao. Por aquella época, ya en las casas y tascas de la capital vizcaína, se bebía vino que mayoritariamente se traía de La Rioja. El joven Ramón fantaseaba con la posibilidad de fabricar su propio vino. Con un poco de audacia e imaginación, pensaba que sería posible.
Con apenas 12 años se pone a trabajar de camarero en un café de Etxebarri. La idea era ahorrar el dinero suficiente para comprar tierras en La Rioja y montar su propia bodega. Animado por su tío, que se dedicaba al comercio de vinos y cereales, Ramón se traslada a Anguciana, una aldea situada a 5 kilómetros de Haro (La Rioja). El joven bilbaíno cultivaría la tierra, elaboraría su vino y su tío se dedicaría a venderlo en Bilbao, repartiéndose de esta manera los beneficios.
Los planes de Ramón se truncan poco antes de salir de Vizcaya. Su tío, socio y principal valedor, muere inesperadamente. Ramón se casa entonces con su tía, la viuda de su tío, y emigran a La Rioja.
La pareja vasca, que poco sabía de agricultura, se encuentra con un oficio que no dominan y con una plaga de filoxera que destruye los viñedos recién comprados. En aquellos primeros años nace su primera hija. Algo que le llena de esperanza. Ya no hay vuelta atrás. Con una niña en casa, la familia tenía todos sus ahorros invertidos en la tierra.
A base de tesón, Ramón logra salir adelante. Quince años después de su llegada a La Rioja, con tres hijos en la familia, se traslada a Haro, abre un almacén de grano en el pueblo, compra unas tierras en la Carretera de Casalareina y planta una viña.
Durante los años 20 se asocia con una bodega del pueblo. En su primer año haciendo vino obtienen una fabulosa producción, fruto de la buena cosecha de 1924. Gracias a sus contactos, Ramón vende su vino en Bilbao. Ocho años más tarde, Ramón muere, habiendo alcanzado su sueño, el del bilbaíno que soñaba con hacer vino en La Rioja.
Jerez.
El vino de Jerez está ligado al mercado británico. La relación histórica entre la ciudad andaluza y el Reino Unido se ha puesto en primera plana gracias a la emisión por Amazon Prime de la serie “La Templanza”, basada en la novela homónima de María Dueñas. La serie, protagonizada por Leonor Watling, cuenta las intrigas que se ciernen en torno a la familia Montalbo. Una acaudalada familia jerezana de mediados del siglo XIX, propietaria de la bodega imaginaria que da nombre a la novela. La historia, aunque es ficticia, está bien documentada, y describe con rigor histórico las relaciones comerciales que se daban entre los terratenientes andaluces y la burguesía inglesa.
Antonio Marín, responsable del archivo histórico de Bodegas Tradición, cuenta al periódico El País que el papel británico en el desarrollo vitivinícola de Jerez empieza a ser relevante a finales del siglo XVIII. El Reino Unido necesita suministro de vinos y licores para su imperio y encuentra en Jerez uno de sus proveedores. A principios del siglo XIX, las exportaciones de vino de Jerez a Gran Bretaña representan el 13% de las exportaciones totales de España.
Un cambio de gustos entre la burguesía inglesa a mediados del siglo XIX coloca al vino de Jerez en uno de los productos “gourmet” por excelencia. Hasta ese momento, los burgueses ingleses disfrutaban de tomar vinos olorosos y dulces después de las comidas. Era lo que llamaban “cream”. Un vino parecido al Oporto.
Sobre 1850, las modas cambian. Entre la clase alta británica se estilan los vinos secos, pálidos y ligeros. Lo que pronto pasarían a ser los finos de Jerez. Este vino ya se fabricaba en la provincia de Cádiz, con uva blanca cultivada en tierras arcillosas de albariza. Eran cepas menos productivas, pero que daban un vino de alta calidad que coincidía con los gustos ingleses.
Algunos comerciantes británicos ven en la importación de vino de Jerez un nicho altamente rentable, pero la ciudad andaluza, carece de infraestructura suficiente para abastecer la demanda. Para producir más vino es necesaria una mayor inversión de capital. Los comerciantes británicos invierten sus libras esterlinas en desarrollar el tejido productivo jerezano, asociándose con los terratenientes y familias pudientes de la zona. Nacen entonces las grandes bodegas de Jerez.
La relación entre la burguesía inglesa industrial y la burguesía terrateniente andaluza, procedente muchas veces de la antigua aristocracia, se cimienta con lazos de sangre. Se establecen uniones matrimoniales. Los hijos de unos se casan con los otros, para garantizar la prosperidad de los negocios. Aparecen las familias y las bodegas de los Osborne, de los González Byass, de los Barbadillo. Se implantan técnicas que se utilizaban en la producción de whisky para la fabricación de vino, obteniendo un producto más acorde con el gusto británico.
Además, la campiña jerezana ofrece un recurso valioso para ejecutar esta transformación. Como se ve en la serie “La Templanza”, en la zona existe una masa ingente de mano de obra barata que permite realizar gran parte de los procesos de forma artesanal. Desde el pisado y prensado de la uva hasta la construcción de barricas de roble para criar los caldos.
Jumilla.
Jumilla, en el noroeste de la Región de Murcia, cuenta con una de las denominaciones de origen más antiguas del país. Constituida en 1966. Existen restos arqueológicos que datan la producción de vino en la comarca en el año 3000 antes de Cristo. El vino ha estado presente en Jumilla desde los albores de la historia.
Pero es a mediados del siglo XIX, cuando sucede una catástrofe en el campo europeo, que el vino de Jumilla alcanza un desarrollo y una notoriedad inaudita. Una epidemia de filoxera destruye los viñedos de media Europa, cebándose principalmente en Francia. El productor más prestigioso de vinos en aquel momento. Para hacer frente a la demanda y no hundirse en la quiebra, las bodegas francesas optan por comprar mosto de Jumilla y transformarlo en sus instalaciones.
Eligen Jumilla y no otra región española, porque la variedad de uva más plantada en la zona es la garnacha, diferente a la uva tempranillo, que era la predominante en el país. Una uva, con unas características más parecidas a la uva francesa. Es tal la demanda que alcanza la uva de Jumilla, que muchos agricultores de la zona optan por transformar sus cultivos de frutales en vides y dedicarse casi por completo a la producción de uva.
Pronto, los murcianos se lanzan a producir su propio vino. Un vino que tiene una gran aceptación en Francia, pero que es mucho más barato que el del país vecino. Caminando por Jumilla aún puedes encontrar bodegas centenarias que proceden de aquella época. Como la bodega Delampa, una bodega situada a 10 minutos del centro de la ciudad y que aún sigue en activo, produciendo vinos adaptados a los gustos actuales.
Como ves, algunas de las botellas de vino que descorchas en tu mesa contienen una historia apasionante, bien por la marca o por la región de la que proceden.