En los últimos años, algo curioso ha vuelto a pasar en muchos hogares: las velas artesanales han regresado con fuerza. Ya no se usan solo para decorar una repisa o dar un poco de olor al ambiente. Ahora tienen un significado más profundo. Forman parte de un estilo de vida que apuesta por lo simple, lo hecho a mano y lo auténtico. Son, en cierto modo, una forma de volver a lo esencial.
Este tipo de velas se han convertido en un símbolo del cambio que muchas personas están buscando: consumir menos, pero con más conciencia. Apostar por lo natural, por lo que tiene alma y se nota que ha sido hecho con cuidado. Y también, por qué no, encontrar pequeños momentos de calma en medio de una rutina agitada. Encender una vela puede parecer un gesto mínimo, casi insignificante. Pero quienes lo han incorporado a su día a día saben que ese pequeño ritual tiene algo especial.
Cada vez más personas se animan a hacer velas en casa. No hace falta tener experiencia, solo ganas y algo de tiempo. Otros prefieren comprarlas directamente a pequeños emprendedores o artesanos locales. Y eso también tiene su encanto: saber quién hizo tu vela, con qué ingredientes, cómo y por qué. Hay una historia detrás de cada una.
Pero, ¿por qué está pasando esto justo ahora? ¿Qué tiene una vela artesanal que no tiene una industrial? ¿Por qué tantas personas están volviendo a encenderlas, no solo por necesidad, sino por gusto? Lo exploramos en detalle a lo largo de este artículo
Un oficio que vuelve a brillar
Hacer velas a mano no es nuevo, es una práctica con siglos de historia. En tiempos antiguos, las velas eran la única fuente de luz por la noche. Se hacían con sebo, cera de abeja o grasa animal. Hoy, el enfoque es otro.
Lo artesanal no es solo una moda, es una respuesta, una reacción frente al consumo masivo, la producción industrial y la falta de alma en los objetos que nos rodean.
Las velas hechas a mano vuelven porque aportan algo más. Calidez, detalle, intención. Porque una vela no solo ilumina. También puede relajar, decorar, aromatizar y acompañar momentos importantes.
No es fácil dedicarse a esto, así nos lo explican los profesionales de Velas Mas Roses. Requiere tiempo, paciencia y un trabajo meticuloso que muchas veces pasa desapercibido. Pero cuando hay identidad, pasión y un profundo respeto por el oficio, todo esfuerzo vale la pena.
Ellos lo tienen claro: no se trata solo de hacer velas bonitas, sino de crear piezas que transmitan algo. Que cuenten una historia, que enciendan no solo una llama, sino también una emoción. Por eso cuidan cada detalle, desde la elección de la cera hasta el diseño del envase, y apuestan por materiales sostenibles, fragancias naturales y una producción completamente artesanal.
Cera natural, ingredientes simples
Uno de los motivos clave del auge es el uso de materiales naturales. La cera de abeja, la de soja o incluso la de coco están desplazando a la parafina. ¿Por qué?
La parafina es un derivado del petróleo. Es barata y fácil de trabajar, sí. Pero también emite sustancias tóxicas al quemarse. No es la mejor opción si hablamos de salud o sostenibilidad.
En cambio, la cera de abeja es 100% natural. Tiene un aroma suave, casi dulce, sin añadir fragancias. Además, purifica el aire al liberar iones negativos. No es magia: es ciencia.
La cera de soja también se ha vuelto muy popular. Es vegetal, sostenible y de combustión lenta. Permite una quema más limpia. Y absorbe muy bien las esencias, lo que la hace ideal para velas aromáticas.
Un proceso sencillo… y muy satisfactorio
Hacer velas en casa no es complicado. Cualquiera puede empezar con un kit básico. Solo se necesita cera, mechas, un recipiente y algo de paciencia.
Se derrite la cera, se añade el aroma (si se quiere), se coloca la mecha en el molde o recipiente y se vierte la cera líquida con cuidado. Luego, solo hay que dejar que enfríe.
El proceso es relajante, casi terapéutico. Muchas personas dicen que hacer velas les ayuda a desconectar. Les permite enfocarse, crear algo con las manos siempre tiene un valor extra.
Además, no hay reglas estrictas, cada vela puede ser única. Se pueden usar flores secas, aceites esenciales, pigmentos naturales. Se pueden hacer formas, colores, estilos, es arte, pero también es utilidad.
Un regalo con significado
Las velas artesanales se han convertido en un regalo ideal. No solo son bonitas y útiles. También muestran intención. Porque no es lo mismo comprar algo al azar que elegir una vela hecha a mano con un aroma especial.
Hay personas que personalizan velas para bodas, nacimientos o celebraciones. Con etiquetas, frases, colores o fragancias específicas. Se convierten en recuerdos. En objetos con valor sentimental.
Y no hay que gastar mucho. Una vela bien hecha, de tamaño pequeño, puede costar entre 5 y 15 euros. Las hay de lujo, claro. Pero también las hay accesibles, sin perder el toque artesanal.
Emprendimientos que crecen desde casa
Muchos pequeños negocios han surgido gracias a esta tendencia. Especialmente durante la pandemia, cuando el tiempo en casa se multiplicó. Hacer velas se convirtió en una salida económica, en un proyecto personal.
Se venden por redes sociales, ferias artesanales o tiendas online y hay demanda. Porque las personas buscan algo distinto. No quieren más de lo mismo, quieren productos que conecten con su estilo de vida.
La estética también juega un papel. Las velas artesanales suelen tener un diseño más cuidado. Se ven bien en cualquier rincón. Encajan en la decoración y eso vende. Instagram está lleno de fotos de velas decorativas en ambientes minimalistas o bohemios.
Aromas que transforman el ambiente
Una de las razones más fuertes del éxito de las velas artesanales es su capacidad para transformar el ambiente. Los aromas afectan nuestro estado de ánimo. Eso está probado.
Un aroma a lavanda puede relajar. Uno a cítricos, activar. La canela puede dar una sensación cálida y hogareña. El eucalipto, frescura y así con decenas de esencias.
Las velas industriales también tienen fragancias. Pero muchas son sintéticas. Demasiado fuertes o artificiales. En cambio, los aceites esenciales naturales, que se usan en las velas artesanales, ofrecen aromas más suaves y reales.
Encender una vela por la noche se ha vuelto un ritual. Ayuda a desconectar del día, a preparar el ambiente para dormir o para leer, es simple, pero funciona.
Cuidado, no todo es oro
Aunque el boom es positivo, también hay que ser críticos. No todo lo artesanal es automáticamente mejor. Hay velas que se venden como “naturales” pero contienen aditivos o que usan esencias de baja calidad.
Además, la cera de abeja, si no es de origen responsable, puede tener un impacto en las abejas. Hay que investigar, preguntar, conocer el origen del producto.
Y también está el tema del marketing. Algunas marcas se suben a la ola “eco” solo para vender más. Usan palabras como “orgánico”, “natural”, “sostenible”, sin respaldo real.
Por eso, lo mejor es informarse. Comprar a pequeños productores que expliquen cómo trabajan o hacer las velas uno mismo, si se quiere tener total control.
Una actividad para compartir
Otro punto interesante: hacer velas se ha vuelto una actividad para compartir. Se organizan talleres en grupos reducidos, es una excusa para juntarse, aprender algo nuevo, salir de la rutina.
También hay kits para regalar, con todo lo necesario para fabricar velas en casa. Incluso para niños, con versiones seguras y sin calor directo.
Eso habla de un cambio cultural, de buscar experiencias más que objetos, de valorar lo hecho a mano, lo lento, lo diferente. En un mundo acelerado, estas actividades se disfrutan más de lo que parece.
Más que una moda pasajera
Algunos dirán que esto es una moda, que pasará como tantas otras. Puede ser, pero algo parece claro: hay una necesidad real detrás. Una búsqueda de conexión, de calma, de cosas simples.
Las velas artesanales tienen ese encanto. No son solo una fuente de luz, son una forma de expresión, un símbolo de pausa, de atención al detalle y en estos tiempos, eso vale mucho.
¿Cómo empezar?
Si te interesa sumarte a esta tendencia, hay muchas formas. Puedes empezar con un curso online. O comprar un kit básico para principiantes. Incluso hay comunidades en redes donde se comparten recetas, trucos y errores comunes.
Lo importante es disfrutar el proceso. No obsesionarse con que la vela quede perfecta. Cada intento enseña algo. Y, al final, siempre queda una vela que ilumina. Aunque tenga burbujas o la mecha no esté centrada.
También puedes apoyar a artesanos locales. Buscar ferias, tiendas pequeñas o perfiles en redes sociales. Preguntar cómo hacen sus velas, qué usan, cuánto tardan. Esa conexión con el producto marca la diferencia.
La fabricación artesanal de velas ha vuelto y no solo por nostalgia o estética. Hay una necesidad de reconectar. De hacer cosas con sentido, de rodearnos de objetos que nos transmitan algo.
Las velas, simples pero poderosas, cumplen con todo eso, iluminan, aromatizan, acompañan y sobre todo, nos invitan a frenar.
Puede que en el futuro cambien los estilos o las modas. Pero mientras exista esa necesidad humana de calidez y luz, las velas artesanales seguirán encendidas.